Ama Colombia


Los Rostros de Colombia

Colombia no es un paraíso. Tampoco esta muy cerca de serlo. Se halla, eso sí, lejos de todo infierno humano. Con toda certeza Colombia es una nación aún sin descubrir del todo para el mundo contemporáneo y por ello quienes penetran en su entraña padecen la fascinación de su realidad y su magia, de su grandeza y su miseria.

Cuando alguien se adentra en ella palpa el sabor de un mundo en formación, los vientos de un país que esta por cuajar, un mundo con el dolor real de que muchos de sus niños no tengan un porvenir seguro, pero un mundo tan hermosamente mágico que sus campos y pueblos aún se empapan de lluvias de mariposas amarillas.

Es un país tan joven que, como en el Macondo del colombiano más universal de todos los tiempos, Gabriel García Márquez, las cosas son tan recientes que algunas carecen de nombre y para distinguirlas es necesario señalarlas con el dedo. Y no es un artificio literario. En los grandes bosques y selvas del país existen ríos y poblados que aún no aparecen en los mapas, y plantas y animales que aún no se llaman de alguna manera porque permanecen ocultos a la mirada del hombre.

Es también un país primigenio porque cada semana más de 250 familias colombianas se desplazan hacia remotas regiones y comienza una hazaña humana, que ya en Europa y Estados Unidos pertenecen a la leyenda: Colonizar. Estos intrépidos colonos errando con sus familias, animales y enseres, penetran en las humeadas selvas de la Amazonía, en los bosque lluviosos del Pacifico o en los tremedales del Urabá en la Costa del Caribe, y allí surcan ríos, abren caminos, despejan montañas, construyen sus casas bajo los árboles e inician en pleno siglo XX el bíblico deber de colocar por primera vez la semilla entre la tierra.

Pero no todo en Colombia es un bíblico amanecer. Esta sería apenas una imagen fragmentada del país. Simultáneamente al desarrollo de este proceso primigenio, cerca de 20 millones de colombianos se encuentran asentados en centros urbanos donde se levantan torres de edificios de hasta 50 pisos. Es ésta la Colombia de grandes ciudades. La principal es Bogotá, una urbe de 6 millones de habitantes y que para muchos viajeros se ofrece como la sorprendente visión de un Manhattan en plenos Andes. Pero igualmente está Medellín, la más importante ciudad industrial del país, enclavada en las más desafiantes montañas, o Calí en el Valle del Cauca, tal vez la región del país cuyo verdor y feracidad la convierten en el territorio colombiano que más se asemeja a la idea de El Paraíso, tal como se llamara la estancia donde se desarrolló “María” de Jorge Isaacs, la más famosa y perfecta novela de Romanticismo Hispanoamericano. En pleno Caribe se encuentra Barranquilla, populoso puerto comercial llamado con acierto “La puerta de oro de Colombia”, pues allí penetró el progreso al país a través del río Grande de la Magdalena, que es el gran río de la patria y hasta mediados del presente siglo la espina vertebral de las comunicaciones y los transportadores e intercambios interiores. Por Barranquilla llegaron desde los pianos de cola hasta las máquinas de la industria textil.

Pero las ciudades por sí solas no son progreso. Tal vez lo sea, que en las cuatro principales ciudades del país más de tres millones de obreros laboren en las fabricas, que las 20 principales agrupaciones urbanas cuenten con aeropuerto apto para aviones jet, que los ocho puntos fronterizos más distantes del país estén comunicados con la capital de Colombia por vía satélite, o que pese a sus grandes problemas el país sea el menos endeudado de América Latina, y que su economía haya logrado sobreaguar con relativa solvencia la grave crisis mundial de los últimos años.

Pero hay una verdadera inequívoca que cobija a todo el país: Colombia es apenas una nación en desarrollo. Otros nos suelen llamar países subdesarrollados o del tercer Mundo. Lo cierto es que esta determinación abstracta se reduce en términos concretos: desnutrición y malnutrición de la población, altísimo déficit de vivienda ( un millón de viviendas es la carencia colombiana ) agudos problemas de salubridad, bajo nivel de ingreso por habitante (en Colombia es de 1700 dólares) atraso en los medios y técnicas se explotación agrícola, hacinamiento en las ciudades y concentración en estas de la población profesional calificada.

No hay duda de que estos son problemas graves. Pero para un pueblo que lleva escasos 183 años como nación, los problemas también son desafíos para apuntalar su marcha hacia el destino de la esperanza. Un reto muy difícil de cumplir para un país como Colombia donde parece que aun sus habitantes no se acaben de acomodar en sus puestos. Se trata de una verdadera eclosión humana, ya que en lo que va corrido de este siglo Colombia ha multiplicado su población nueve veces, mientras que Francia en los últimos 500 años solo se ha duplicado tres veces. Por fortuna uno de los grandes logros de Colombia en los últimos años fue precisamente reducir su crecimiento de casi 5% anual a casi el 2%.

Pero no obstante el anterior esfuerzo, en Colombia cada día se funda un nuevo pueblo, nace una aldea o una población mediana se transforma en ciudad. Tropical, exuberante, con una vitalidad de rítmica sensualidad, se diria que Colombia es un pais que se siente crecer y tal vez su carencia de historia milenaria (sin olvidar su riqueza arueologica y antropológica) hace que no sea un pueblo fatigado, sino por el contrario, en una sociedad briosa, a veces injusta, humilde y opulenta, que asemeja un gran fresco de la evolución de todas las virtudes y deficiencias de la condición humana.

Fragmento extractado del Libro Colombia de Mar a Mar Autor: Germán Santamaria



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